Publicado el

DE ELLOS APRENDIMOS

La agricultura ecológica, antes llamada natural, que había pasado de generación a generación a través de los técnicas y conocimientos nació hace mucho tiempo. En su sentido amplio, remite a toda actividad básica y propia de un ser humano natural y consciente. Lo que implica sembrar o plantar semillas y plantas y cuidarlas para obtener un fruto saludable y justo de ellas, manteniendo el respeto por el entorno y un equilibrio sostenible tanto en el ser humano como en la naturaleza. También contiene, el conjunto de acciones humanas de vida, con todas sus implicaciones, que fomentan y preservan ese hábitat que convive en armonía “ser humano-naturaleza” (medio ambiente humano y no humano). Y en dicho paradigma hoy recordamos la inspiración que supuso para nosotros conocer a Jose Antonio Lekue de Larrabetzu…

Uno de los primeros agricultores naturales que comenzaron hacer 20 años a cultivar y hacer cestas en Bizkaia para particulares allá en los comienzos de la primera década del 2000 (la certificación ecológica llegaría en 2008) y que ayudó a abrir camino a muchas otras personas agricultoras que ​posteriormente se iniciaron es esta labor. De él, aprendimos la importancia de contextualizar cada proyecto agrícola en una zona o comarca y vincularse a las personas del municipio para establecer de manera comunitaria un compromiso de responsabilidad compartida con la tierra vinculada de alguna forma a la economía social, el significado de asociarse a otros agricultores de la región para caminar juntos y ayudarse como así hicieron con la creación de la Asociación Gurpide a través de la cual pusieron en marcha por ejemplo un proyecto de compostaje comunitario para su aprovechamiento en las huertas de cultivo como representación de un modelo de economía circular. Nos ayudó a comprender la importancia de la recuperación del compost surgido de los restos de cosecha y su volteo regular como abono rico en nutrientes como manera de entender procesos circulares, la relevancia de la soberanía alimentaria como oportunidad para decidir sobre cómo nos alimentamos y cómo nos relacionarnos con las personas que cultivan sin intermediarios, como personas consumidoras…Nos hablaba también la significación de recuperar y atender el mercado, de salir al encuentro con los consumidores, escucharles sobre sus necesidades, recetas, del esmero por apostar por variedades autóctonas bien adaptadas a las características del terreno y como manera de conservación. Además de ser un gran agricultor era una persona generosa que recibía con amabilidad a todas las personas que llegaban a su huerta. Aprendimos la importancia del hamaiketako a media mañana para recuperar fuerzas, para hacer equipo, de guardar a la intemperie los semilleros de plantas debajo de los árboles para protegerles de la lluvia copiosa pero también para favorecer la disponibilidad de humedad, o del riego planta por planta en el momento de la plantación, de la observación y recuperación de tierras dentro de la propia plantación para nutrirlas o darles o dejarlas en barbecho (descanso) o del aprovechamiento de excedentes para elaborar conservas como zumo y mermelada de manzana, crema de calabacín o pencas de acelgas. Recordamos con admiración la dedicación por la creación de semilleros en invierno siguiendo los calendarios lunares, los libros de consulta para realizar las asociaciones y rotaciones, el aprovechamiento de agua de lluvia para dar de beber a las gallinas y tantas otras cosas. Desde aquí le enviamos un fuerte abrazo a él y a su hija Amaia