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VERDE QUE TE QUIERO VERDE

Cuando visitamos la parcela de la acelga verde no podemos evitar quedarnos embriagados por su verdor clorofila intenso y centelleante que brilla con independencia del ángulo desde el que la observes. Muchas veces nos preguntamos por qué es el verde el color que domina en el reino de las plantas y no otro color. La simple respuesta es que la mayoría de las plantas contienen cloroplastos, que son los orgánulos que contienen la molécula de clorofila, que es la responsable de captar los fotones de luz para realizar la fotosíntesis y del color verde de las plantas. Pese a que absorben casi todos los fotones de las regiones azul y roja del espectro de la luz, absorben solo alrededor del 90 por ciento de los fotones verdes. Si absorbiesen más, las veríamos negras. Por ello, las plantas son verdes porque la pequeña cantidad de luz que reflejan es verde. Pero, Así, cuando los días se van acortando y las noches se van haciendo más largas (típico del otoño y el invierno), la producción de clorofila se va deteniendo hasta que ya no se produce más, y la hoja se acaba quedando sin clorofila. Este hecho se traduce en la progresiva desaparición del color verde. Cuando esto pasa, los demás pigmentos son revelados progresivamente y las hojas se ven de colores amarillos, naranjas, marrones, ocres o rojos. Algunos científicos a veces dicen que puede ser debido a que la luz verde sea demasiado potente para que las plantas la usen sin que les dañe, pero la razón dista de estar clara. Sin embargo, hace poco unos científicos publicaron en la revista Science un modelo para explicar por qué la maquinaria fotosintética de las plantas desperdicia la luz verde. Sus hallazgos apuntan a un principio evolutivo que rige sobre los organismos cosechadores de luz y que podría ser aplicable por todo el universo. Ofrecen además esta lección: a la evolución, al menos a veces, le preocupa menos hacer que los sistemas sean eficientes que el mantenerlos estables.